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Coleo y Vaquería

 

 

Entre los años 2012 y 2013 pasé largas temporadas en el llano colombiano. Varias veces me invitaron a  vaquería y coleo y a mí las tripas se me retorcían de pensar en el animal, y aún siento lo mismo. Hoy entiendo estas prácticas más que antes, aunque no significa que las avale ni  las aplauda; simplemente sé que nada puede ver visto por fuera de su contexto y, de alguna manera, sé que el llanero tiene cierta rudeza que a la gente de las ciudades nos cuesta compender. Esa sensación de dominar al animal a pesar de las adversidades, de recorrer caminos extensos e incluso de haber cabalgado con ferocidad para ayudar a las tropas libertadoras de Simón Bolívar son huellas permanentes en el imaginario del llanero.

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